Expresión de la sexualidad… ¿Igualdad???
Los estudios en profundidad han señalado la importancia de las relaciones de género en la configuración de los comportamientos sexuales. Las normas que señalan una connotación negativa al deseo erótico y el placer sexual en las mujeres dificultan el uso de anticonceptivos entre las adolescentes y jóvenes.
Estas normas sociales presionan a las mujeres hacia una sexualidad que esté dirigida exclusivamente a lograr una unión conyugal. Estos estudios señalan además, que la violencia está presente en la vida sexual de las adolescentes y jóvenes presionándolas, junto con la dependencia económica y la ilegitimidad social de las mujeres solas, hacia relaciones sexuales no siempre deseadas y muchas veces carentes de erotismo y placer para ellas.
Los estereotipos culturales designan dos tipos posibles de mujeres, las que no sienten ni expresan deseos y/o actividad sexual, respondiendo únicamente a los requerimientos masculinos para casarse o para procrear, y las mujeres sexualmente activas, que sienten y expresan deseos propios. Para las primeras, el uso de anticonceptivos cuando son solteras o cuando no han tenido hijos, o el uso del condón a cualquier edad y en cualquier estado conyugal, las pone en riesgo de ser confundidas con el segundo tipo de mujeres, y quedarse solteras o ser abandonadas.
El temor de ser identificadas con el segundo tipo de mujeres se relaciona con el estigma y la vulnerabilidad social que representa ser una mujer sin esposo. Aunque estas representaciones culturales varían según los grupos sociales de pertenencia y las etapas en la trayectoria de vida, están presentes en contextos muy diversos.
El mismo tipo de construcciones culturales presiona a los varones a no confiar y no unirse a jóvenes que usan anticonceptivos o a mujeres de cualquier edad que aceptan o requieren el uso del condón. Y a la inversa, los presiona a unirse y comprometerse con las jóvenes que son señoritas en el momento de iniciar una relación sexual. Una demostración de la pureza de las jóvenes es la ausencia de deseos eróticos, expresada a través de la imprevisión, el desconocimiento de la sexualidad y el embarazo. De esta manera, la virginidad, y en general el acceso sexual al cuerpo de una joven se transforman en valores de cambio, que ellas entregan a cambio de recibir: una compensación económica, una promesa de unión, de sustento o de afecto.
El uso de anticonceptivos, y peor aún, el uso del condón, rompe con esos códigos, en tanto representan a una joven que desea la relación sexual en sí misma, en lugar de ofrecer su cuerpo a los deseos de otro, quien debe compensar esa entrega. A pesar de las variaciones según grupos sociales, incluso los varones jóvenes, urbanos y de clase media expresan recelo frente al uso del condón y lo identifican con las mujeres poco confiables.
El temor de ser identificadas con el segundo tipo de mujeres se relaciona con el estigma y la vulnerabilidad social que representa ser una mujer sin esposo. Aunque estas representaciones culturales varían según los grupos sociales de pertenencia y las etapas en la trayectoria de vida, están presentes en contextos muy diversos.
El mismo tipo de construcciones culturales presiona a los varones a no confiar y no unirse a jóvenes que usan anticonceptivos o a mujeres de cualquier edad que aceptan o requieren el uso del condón. Y a la inversa, los presiona a unirse y comprometerse con las jóvenes que son señoritas en el momento de iniciar una relación sexual. Una demostración de la pureza de las jóvenes es la ausencia de deseos eróticos, expresada a través de la imprevisión, el desconocimiento de la sexualidad y el embarazo. De esta manera, la virginidad, y en general el acceso sexual al cuerpo de una joven se transforman en valores de cambio, que ellas entregan a cambio de recibir: una compensación económica, una promesa de unión, de sustento o de afecto.
El uso de anticonceptivos, y peor aún, el uso del condón, rompe con esos códigos, en tanto representan a una joven que desea la relación sexual en sí misma, en lugar de ofrecer su cuerpo a los deseos de otro, quien debe compensar esa entrega. A pesar de las variaciones según grupos sociales, incluso los varones jóvenes, urbanos y de clase media expresan recelo frente al uso del condón y lo identifican con las mujeres poco confiables.
Al mismo tiempo, la construcción cultural de la masculinidad presiona a los jóvenes varones hacia una diversidad de prácticas y de parejas sexuales, esto genera en ellos una falsa idea de “superioridad o poder” frente a sus pares, motivándolos o presionándolos hacia prácticas de riesgo para la transmisión de ITS y VIH/SIDA, dificultando así, el empleo de medidas preventivas. Es importante tener en cuenta todas estas circunstancias del entorno de l@s adolescentes y jóvenes, para poder determinar su nivel de riesgo frente a estas prácticas y/o comportamientos; y así darles una mejor orientación para prevenirlas.